Hoy salen rosas, como antes.
A veces me pregunto,cómo es posible que no se me contagie tu envidiable vitalidad.
Amo tus milanesas y tus ñoquis.
Y tus tortillas, aunque no todos los huevos que rompés, terminen en la sartén.
Me gusta la abuela que sos. Adoro que mi hija te extrañe y te ame.
A mi tampoco me gustan los lavaderos, aunque son un mal necesario. Pero estamos contestes en que nadie plancha camisas como vos. Nadie.
Jugábamos a que yo te decía que te iba a hacer juicio, por hacerme tan lindo. Y vos decías que "...lindo lo hizo su padre. Yo lo hice bueno". No siempre las cosas salen bien, pero se de lo mucho que te esforzaste. El resto, es culpa exclusivamente mía.
Estos últimos meses en que volví a ser hijo -plenamente-, comprendí cual es tu máxima enseñanza. Estar en las buenas si te dejan, pero en las malas, siempre. Puedo -podemos- contar con vos en todo momento y a pesar de todo.
Tu legado, Esthercita, será la incondicionalidad.
Feliz día, vieja.