"...Jorge Allen trotaba por la niebla a paso de fugitivo. Una vez más, estaba acorralado por la pluralidad de complicaciones amorosas. Acababa de dejar en su casa a Pilar Barrientos, una estudiante de Farmacia cuya hermosura ya no lo entusiasmaba tanto. Ahora, marchaba muy atrasado a encontrarse con Irene, una maestra que se complacía de darle órdenes escolares.
Al saltar un charco, se sintió un poco avergonzado. Ya era un hombre grande y todo seguía igual. Veinte años antes, tal vez mientras corría de un romance a otro, había conjeturado que la suya era una búsqueda, una peregrinación que iba a detenerse únicamente al encontrar a una mujer señalada e insustituible. Con el tiempo, vino a darse cuenta de que todas eran señaladas e insustituibles y que no deseaba renunciar a ningún amor, a ninguna emoción, a ninguna entrega.
Llegó a la plaza demasiado tarde. Irene ya se había ido. Lamentó no haber calculado adecuadamente sus tardanzas. Caminó en dirección a su casa y dejó que unos pensamientos melancólicos bailaran solos en su cabeza y se combinaran a su antojo. Enseguida pudo ver que su suerte con las mujeres iba decayendo. Aún conservaba una gran eficacia, pero ya no era el mismo que, en temporadas no muy lejanas, tenía la absoluta certeza de conseguir el amor de cualquier mujer que se le antojara. Sintió un escalofrío mientras imaginaba un futuro de invariable rechazo, de humillación constante.
La niebla se hizo muy espesa. Le pareció que desde el interior de las casas, voces de sabihonda entonación le susurraban frases consagradas.
-El que busca tantas mujeres es porque en realidad no puede amar a ninguna.
-Es temor al compromiso. Cuando una relación se hace profunda, uno se escapa.
-Es falta de madurez. Propia de alguien que no puede proyectar, ni afrontar las consecuencias de sus acciones.
Allen empezó a correr para dejar a tras a aquellas voces. Pasaba frente a las ventanas como una flecha, más rápido que los consejos, dejando a los fantasmas con la palabra en la boca-
-Llegará una mujer que…
-Cuando ninguna te haga caso…
-Si uno no se entrega…
-Una compañera para siempre…
En la última cuadra oyó invocaciones que surgían desde todos los rincones del barrio y gritaban nombres de mujer.
-¡Adriana!
-¡Ana!
-¡Cecilia!
-¡Valeria!
-¡Mabel!
Allen entró por el pasillo a toda velocidad, se metió en su casa y se escondió bajo las cobijas de su cama resoplando de cansancio y de terror..."
ALEJANDRO DOLINA. Cartas Marcadas. Capítulo 18. Amores en la noche. (El título de la entrada me pertenece)