Dice Padura en “Herejes”, que la felicidad es un estado frágil, a veces instantáneo. En definitiva, un chispazo.
Se nos fue el Gorditín, un tipo generoso, cultor de la
amistad. Decía que a los amigos los quería aunque vengan con olor a caca. Cada
20 de julio, esa frase emerge en mi muro de Facebook, junto a un párrafo de Ética a
Nicómaco. “Doctor, la gente me pregunta quién es ese loco que me pone al mismo
nivel de Aristóteles. Me muero”
El día que conoció a Esthercita, en la celebración de
mi cincuentenario, quedó encantado. Le preguntó si podía adoptarlo. A partir de
ahí, me preguntaba: “¿Cómo está MI mamá? ¿Y mi hermanita?” Y largaba su
risotada franca, estentórea. “Que leeeeeendo!!!”
Era inigualable para el análisis político. Peronista,
de los de Perón, el Gordo Luis derramaba sobre la mesa del bar toda su
sabiduría, conocimiento y su extensa calle, con una verba envidiable. El, un
peleador que había sido perseguido por pensar distinto, remataba cada una de
las conversaciones con una exclamación:“Este país es maravilloso, Juan!! No hay
que irse nunca de acá!!”
Adiós para siempre a los cafés en el Florida Garden y
a la barra del Brighton. Ya no concurriremos a las veladas tangueras del Bar de
Julio o el Boliche de Roberto, y de tantos otros escenarios, donde descollaba
el “torcan”, el hombre que –según su propio criterio autocrítico- no cantaba
los tangos, los tosía.
Chau Luisito. Gracias por todo. Descansá en paz. Te
prometo combatir este inmenso dolor con el recuerdo permanente de tu alegre
presencia.